Bueno, bueno, bueno. ¡Qué belleza de texto! Qué extraordinarios versos que en muchos momentos me hacían volar hacia otros universales y profundos. Y, al mismo tiempo, qué juego interior y exterior alrededor de fantasmas y sueños de transcendencia. Un inmenso e intenso homenaje a la poesía, como en todas tus obras. Y ello sin dejar de tener los pies, los azulados pies, en el suelo. Estoy muy impresionado y feliz al comprobar cómo se puede seguir haciendo un teatro de altura, rigor, belleza y cercanía. A veces pienso en Lorca, y a veces, muchas, hasta escucho cantaores desgarrados tras las puertas. Enhorabuena, Marino. Y mil gracias y abrazos por esta ANASTÉ que nos regalas.
Miguel Murillo