Comentario sobre la obra de teatro ANASTÉ. La hecatombe de Tarteso de Marino González Montero (Luis Argüello-Catedrático de latín)

LUIS ARGÜELLO, catedrático de Latín.
Notas a la lectura de ANASTÉ
Vaya por delante que la lectura de ANASTÉ es una inmersión, un baño poético de primer orden. No hace falta que te lo diga, Marino, eres un soberbio poeta (que no un poeta soberbio) y con ANASTÉ lo ratificas una vez más.
Lo primero que se me ocurre es que es una obra cuyo protagonista es la MUJER, así con mayúsculas. No es sólo que los hombres estén reducidos, junto con la hecatombe equina, a un trasfondo ominoso y terrible (magnífico el clímax trágico que se va creando a lo largo de toda la pieza) o que el único hombre nominado sea, como dice Nortia, un “sinsustancia”, al que dotas, por cierto, de un nombre ridículo, remedo y evocación del nombre del mítico rey tartésico, es que Anasté y Nortia son dos caras de la misma moneda. Además, a lo largo de la obra, se va produciendo una inversión de papeles. Nortia, que desde un principio es una diosa de “andar por casa”, se humaniza y Anasté va adquiriendo los rasgos de diosa madre, pero también de diosa implacable y trágica. Anasté se convierte en Perséfone, en Proserpina, mujer, pero también diosa de los infiernos. Por cierto, nuestro Ana, presente, no sólo en el drama, sino, como bien se dice, en el nombre de la protagonista, adquiere rasgos del Aqueronte.
Se trata, asimismo, de una obra poliédrica, con múltiples aristas o facetas. Están en ella presentes Homero, los sofistas, Epicuro, Lucrecio, Nietzsche, los panteístas, el concepto de pecado del judeocristianismo, la discusión teológica del libre albedrío… y seguro que alguien con un bagaje cultural mayor que el mío podrá encontrar más referencias.
Como ya te señalaba a propósito de tu AQUILES, dosificas muy bien el drama. Hay actos intensos y actos distensos y, además, a la intensidad de Anasté se contrapone la distensión, incluso con rasgos de humor, de Nortia.
En alguna ocasión he puesto de relieve tu talento para componer canciones, tanto cultas como populares. Aquí se pone, una vez más, de manifiesto. Hay versos a los que sólo les falta la música, como
Cómo quieres
que no sucumba al milagro
de comerme las naranjas
siempredulces a bocados…
o
De las sombras del río
mi niño no tengas miedo
son los árboles jugando
a poner la noche en celo…
Acabo. Muchas gracias por ofrecerme la primicia de leer tu ANASTÉ. Ha sido un auténtico placer y le deseo toda la suerte que se merece.
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