ANASTÉ. La hecatombe de Tarteso de Marino González Montero
NURIA PIZARRO, profesora de Lengua y Literatura.
He tenido el privilegio de poder leer ya ANASTÉ, de Marino González Montero. Con esta obra Marino, definitivamente, culmina su trayectoria como dramaturgo lírico, donde la poesía (o la VERDAD) puesta en pie sobre la escena, es la verdadera protagonista, metamorfoseada en conflicto dramático. Todo ello acompañado de escenografía acertadísima y en perfecta conexión con la historia, que recoge como telón de fondo el enterramiento de unos caballos tartésicos y que nos retrotraen a un pasado que debe revolverse para construir el futuro. Ese futuro está abanderado por la MUJER, con mayúsculas. De este modo el autor también se inserta en la tradición de nuestros escritores feministas. El hombre, como en la Bernarda Alba lorquiana, se oculta de la escena y solo una mujer libra su lucha interior, ganando en su dicotomía humana/diosa la segunda, dando un paso más con respecto a Aquiles. La mujer llega a un punto en el que el pasado y el presente son ya un revulsivo para transformar la historia humana, erigiéndose victoriosas las características femeninas, todas reunidas en la misma Anasté. Aparte de la tradición clásica obvia, también se entretejen lugares comunes de nuestra tradición, la medieval, con las danzas de la muerte, del Siglo de Oro, como la mística en ese sacrificio donde el pasado va a cobrar sentido, o más reciente la poesía pura de Juan Ramón y el 27, en esa reflexión del lenguaje como limitador de la realidad, como búsqueda del lenguaje exacto que haga honor a esa realidad. Destaco también las canciones, que llegan a las más altas cotas de las escritas por el autor. En “Cómo quieres”, se canta a la necesidad de dejar escrito el legado pasado y de construir un futuro para seguir caminando, como impulso necesario. En definitiva, ANASTÉ es el último trazo que dibuja la corza blanca de la Poesía… o del Teatro.